En regímenes democráticos, la palabra política se sostiene sobre el principio básico del reconocimiento del adversario como un acto legítimo. No obstante, como advertían en Cómo mueren las democracias (2018), los politólogos Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, cuando se rompe la norma implícita de la tolerancia mutua en medio de la diferencia ideológica o programática, los cimientos de una democracia comienzan a erosionarse desde dentro, si es que los propios ciudadanos no establecen límites claros y sancionan la violencia, venga de donde venga.

Aunque es innegable que la confrontación es una parte inherente al quehacer político, es esencial mantener la premisa de que el contrincante no es un enemigo a destruir. Cuando esa frontera se borra, el lenguaje violento abre la puerta a una lógica

See Full Page