El ensayo es hijo del cuaderno: el papel, esas hojas en blanco cosidas que invitan a ser escritas en cursiva. La expansión del ensayo coincidió con la difusión de la cursiva humanista, veloz, clara y fluida. A esto se suma un yo que se busca mientras escribe. En cierto sentido el ensayo es un cuaderno único porque registra un yo singular y, a la vez, cuaderno borrador, porque es un yo polifónico que se conoce enchastrando renglones.
El cuaderno de Cabanchik hereda esos registros. No define el ensayo: lo practica. Lo escribe como un cuaderno que se lee de corrido, donde cada entrada se enlaza con la anterior. Por eso abre con Platón: el que expulsa a los poetas de la República es el mismo que, en el Fedón, narra la muerte de Sócrates y su llamado divino a la poesía. Entre fábulas de Esopo