Hace mucho que quería escribirle. Creo que desde niño. Pero en aquella fantasía de la infancia no me animaba. Lo veía a usted tan importante, que experimentaba un distante respeto. Quiero decirle que siento profundo orgullo de haber nacido en la tierra en que usted se forjó indomable y visionario. También -y como usted ya lo decía con dolor- en este lugar donde no siempre se lo ha comprendido ni seguido un ejemplo tan preclaro, y aún estamos en esa deuda.

Más allá de los análisis mezquinos con que se suele repasar la historia, poniendo el acento en posturas circunstanciales o defectos humanos (tal el referirse a usted ignorando su postura de estadista), quiero decirle que el peso de la historia es suficiente para comenzar a entenderlo. Que persisten los grandes defectos argentinos, la fal

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