En ciencia y tecnología suele discutirse cuánto invertir. Es una pregunta relevante, pero incompleta. Tan decisivo como el “cuánto” es el “cómo”: la proporción entre investigación básica, aplicada y desarrollo. Durante los años 80, Argentina registraba unas 70 patentes por millón de habitantes, mientras Corea del Sur rondaba las 35. Hoy Argentina alcanza cerca de 9, y Corea del Sur supera ampliamente las 3.400. No se trata de una mera curiosidad estadística, sino de la señal persistente de una estrategia desbalanceada que dejó al país sin la masa de resultados transferibles que necesita.
No se trata de enfrentar la ciencia básica con el desarrollo, sino de alcanzar la proporción adecuada. Gestionar I+D+I implica administrarlo como un portafolio en el que conviven líneas de conocimiento fu