Colombia celebra con cifras lo que debería llorar con la memoria. Los envíos de nuestros compatriotas en el exterior superan al petróleo, un supuesto triunfo económico; pero en realidad son ríos de lágrimas convertidas en divisas. Cada remesa desde Madrid, Nueva York o Santiago es un abrazo que no pudo darse, una mesa vacía en Navidad o Año Nuevo, un hijo que crece con la voz de su madre atrapada en una videollamada.

El Gobierno nos presenta estas cifras como un alivio, un colchón para la economía, pero detrás de esto se esconde la fractura de millones de familias y la incapacidad histórica de ofrecer oportunidades en nuestra casa. El agro atraviesa una crisis estructural: importamos cerca del 70 % del maíz, el 100 % del trigo y el 80 % de la soya que consumimos. La industria se achica, e

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