Hay ingredientes que, por su apariencia o procedencia exótica, conquistan las cocinas mucho antes de pasar el filtro de la ciencia. Es lo que ha ocurrido con la sal rosa del Himalaya , ese polvo mineral que adorna molinillos transparentes y etiquetas prometedoras en herbolarios y supermercados. Pero lo que no se ve en esos envases de color pastel es lo que verdaderamente importa, es decir, su impacto sobre la salud cardiovascular.

La doctora Angélica Figueroa, cardióloga y divulgadora especializada en prevención, lleva tiempo escuchando la misma frase en consulta: “He dejado la sal común y ahora uso sal del Himalaya, porque es más sana”.

Pero la evidencia médica le obliga a matizar con contundencia. “Estoy cansada de escuchar en consulta día tras día que la sal rosa del Himalaya es me

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