Siendo el pueblo judío tan agudo como es, habiendo sobrevivido a mil y una calamidades a lo largo de los milenios, sorprende que a nadie del Mossad o del Shin Bet se le haya ocurrido acabar con la ofensiva diplomática española de un plumazo. Bastaría un pacífico golpe de genialidad consistente en crear un partido que concurriera a las elecciones en España y obtuviese la representación parlamentaria necesaria para condicionar la continuidad de Pedro Sánchez en Moncloa. Ciertamente, en algún lugar del metaverso debe existir una realidad paralela en la que Netanyahu tiene siete votos que son pura golosina para Sánchez. Siete votos como los siete brazos de la Menorá, como los siete días que los israelitas marcharon alrededor de Jericó. Si el número 7 tiene su enjundia para los hebreos, para Sá
Del Jordán al Guadalquivir

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