En Progreso, Yucatán, se está cometiendo un grave atentado contra la calidad de vida de sus habitantes, sus patrimonios familiares (sus casas) y cultural.

La mala política pública: se ha construido un viaducto conectado de manera directa con el muelle fiscal para que ingresen y salgan los tráileres y vehículos de carga del puerto. ¡Qué bien! Pero, ¡no!

Esperen, a pesar de esa nueva infraestructura, el transporte pesado seguirá recorriendo las calles del puerto, generando ruido, humos, vibraciones y peligro para los habitantes y sus diversas actividades: habitar, ir a la escuela, al templo, al estanquillo de la esquina, al restaurante, al gimnasio, al salón de belleza, a la tortillería, a la carnicería y también para descansar en sus hogares, ¡y hasta para dormir! Si es que pueden.

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