Pedro Sánchez ha vuelto en plena forma de las vacaciones de verano. Las tres semanas en la residencia estatal de Lanzarote han tenido un efecto revitalizador innegable. Lo que se quiso vender como el retiro de un político que se despedía de las prebendas del cargo ha resultado ser un tiempo muy bien aprovechado para maquinar una estrategia con la que recuperar el mango del relato.

Cualquiera diría que su núcleo más cercano se divide entre la prisión preventiva y el paseíllo judicial periódico. O que en la presente legislatura no se haya presentado ni un solo proyecto de Presupuestos Generales del Estado. O que haga más de tres años ya que no se celebre el Debate sobre el Estado de la Nación. Hasta su aspecto físico es notablemente mejor. Pudo apreciarse en la última sesión de control.

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