En pleno siglo XXI, millones de niñas y niños en África siguen sin acceder a una educación de calidad. Aunque el derecho a la educación está reconocido en tratados internacionales y constituciones nacionales, para muchos menores este sigue siendo un derecho postergado. Las causas son múltiples y profundamente estructurales: conflictos armados, pobreza extrema, desplazamientos forzados y los impactos cada vez más severos de la crisis climática.

La realidad es dura. Muchos niños y niñas ni siquiera logran ingresar al sistema escolar. Otros, aunque asisten a clases, lo hacen en condiciones extremadamente precarias: sin materiales, con aulas dañadas o improvisadas, y con una calidad educativa que no garantiza el aprendizaje. Esta exclusión, directa o indirecta, reproduce ciclos de pobreza, de

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