Volvimos a caer en la trampa gringa. El país que más cocaína consume en el mundo nos castiga con el látigo del desprecio porque, según ellos, los culpables somos nosotros, los colombianos, no ellos ni sus narices untadas de polvo.
Gringos periqueros irredentos que buscan satisfacer su desenfreno culpando únicamente al país donde, contra todos los riesgos, fueron capaces de sembrar 300 mil hectáreas de coca y convertir modernamente su rendimiento en un 65% más alto que hace 10 años. Pero cometimos el error de dejarnos vender la paz de Santos y creer que el documento negociado en La Habana era capaz de acabar con el maldito negocio de la compraventa de cocaína, sin hablar de él en ninguno de sus renglones.
Y como el desarrollo de esa paz endeble no la entendieron ni los capos de las guerri