Jean Flick, de 88 años, vive una pesadilla que se agrava con cada temporal. Su vivienda costera en Thorpeness, Reino Unido, construida en 1928 y valorada en más de un millón de euros, está siendo devorada por la erosión del acantilado. Las autoridades han sido claras: si el borde rocoso se acerca a menos de cinco metros, deberán demoler la propiedad, dejándola sin el hogar que ha sido su refugio durante décadas.

Los desafíos técnicos impiden cualquier intervención efectiva. La maquinaria necesaria para construir defensas no puede acceder al terreno sin provocar daños adicionales, lo que condena virtualmente la casa a su desaparición inevitable.

El tramo costero está regulado por un Shoreline Management Plan , que contempla un realineamiento gestionado. Esta política permite mitigar

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