Cuenta el libro del Génesis que, un día, Dios quiso poner a prueba a Abrahán. El Señor le pidió que tomara a su único hijo, Isaac, lo llevara a la tierra de Moria y allí, en un monte que le enseñaría, se lo ofreciera en holocausto . Abrahán, obediente, se dispuso a hacer lo que se le mandaba.
No obstante, cuando iba a sacrificarlo, Abrahán oyó la voz del Señor que decía "no alargues la mano contra el muchacho ni le hagas nada. Ahora he comprobado que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, a tu único hijo". Así nació la promesa del Señor con su pueblo: "te colmaré de bendiciones y multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y la arena de la playa".
La historia se repitió siglos después en Castilla, aunque, eso sí, con otros personajes y un final muy