El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha manifestado su disposición a forzar a Vladimir Putin a negociar el fin de la guerra en Ucrania. Sin embargo, esta acción está condicionada a que la Unión Europea y los aliados de la OTAN impongan aranceles del 100% a China e India, además de dejar de comprar petróleo ruso. Este es un nuevo intento de Trump por acelerar el proceso de paz, tras su promesa inicial de acabar con el conflicto "en un día" al inicio de su mandato.

Trump argumenta que China e India son los principales compradores de petróleo ruso, lo que permite a Moscú financiar su esfuerzo bélico. Sin embargo, la UE considera que una guerra comercial con estos países sería inviable. Las razones son claras: podría dejar a Europa en desventaja económica, hay divisiones entre los países miembros y existe el temor de vulnerar las reglas internacionales.

Aunque estas medidas podrían perjudicar la economía rusa, no hay garantías de que detendrán la venta de petróleo por parte de Rusia. Jacob Kirkegaard, investigador principal en el Petersburg Institute for International Economics (PIIE), advierte que "la única garantía es que China responderá con represalias", como ya ocurrió cuando Trump aplicó sanciones comerciales contra Pekín.

Kirkegaard también señala que al imponer sanciones económicas a Rusia, es crucial preguntarse si estas afectarán más a la UE que a Rusia. Si el daño recae en Europa, sería una mala estrategia. Según datos de la Comisión Europea, en 2024, la UE exportó a China mercancías por valor de 213.200 millones de euros e importó bienes por 519.000 millones de euros, lo que resulta en un déficit comercial significativo de más de 300.000 millones de euros.

La dependencia de Europa de ciertos productos chinos, especialmente en minerales críticos, es otro factor a considerar. China ha utilizado su posición dominante en estos materiales como "arma comercial" para debilitar a sus competidores. Kirkegaard menciona que "hasta que Europa desarrolle fuentes alternativas de estos minerales, seguiremos siendo vulnerables a este tipo de medidas".

Trump ve los aranceles como una herramienta para alcanzar sus objetivos de política exterior. Ha utilizado esta estrategia para presionar a Europa a aceptar acuerdos favorables a Estados Unidos y para evitar sanciones a sus grandes empresas tecnológicas. Por otro lado, la UE considera los aranceles como una forma de corregir "perturbaciones en el mercado".

La cuestión de la legalidad de los aranceles adicionales también es compleja. La UE podría argumentar que estos aranceles están relacionados con sanciones debido a la guerra, lo que podría darles una base legal. Kirkegaard sugiere que, aunque habría una larga disputa, es "posible" que la UE gane un caso ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) debido a la amplia excepción de seguridad nacional.