Jorge Souza Jauffred Ciudad de México / 19.09.2025 20:40:58

Entras de nuevo al cuarto. Luego buscas

a tientas el apagador en las paredes

y tu figura terca, empeñada en reconstruir la voz,

quiere soltar sus hilos de palabras

para encontrarte a ti bajo la luz

de una lámpara débil de cien pesos.

Te miras al espejo y no eres tú.

Tocan tus manos esa cara extraña

que envejeció en un día y en una noche

y ha tomado tu cuerpo como suyo.

Echas agua a tu rostro; jalas la toalla y secas

los cabellos mojados con sus canas

las arrugas ya claras en tu frente.

Quisieras espantar a ese que entró

sin el permiso tuyo a tu persona

y dejó en los pasillos del pasado

al otro que tú eras cuando el sol

era un puño de luz que tú arrojabas

y cantaban los pájaros arriba

y el amor era un fruto

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