De tanto que he leído en mis largas seis décadas de existencia ya no sé exactamente dónde leí que el hombre es un animal histórico hecho de la maleable y evanescente materia de la temporalidad, de donde se colige que no existe ningún ser humano que pueda ostentar ufanamente una condición intemporal. No hay excepciones. Sólo Dios es intemporal; Él y sólo Él es una entidad eterna e intemporal. Tal vez por ello «homo sapiens-sapiens» haga esfuerzos imposibles para competir vanamente con Dios en eso de lograr la eternidad, es decir, que las listas del tiempo sean una simple bagatela es una de las más caras metas de quien elige el oficio de escribir. El escritor que decide consagrar su vida a la escritura sabe que en ningún ámbito de enigmático e infinito mar de su terrena existencia puede de
Sobrevivir a mi tiempo

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