Amagó el Atlético con seguir instalado en aquello de si algo puede salir mal, saldrá mal y que a perro flaco todo se vuelven pulgas. En el dicho que quieran, uno u otro. Porque Pep Chavarría había marcado el gol de su vida cuando el Rayo no se había acercado hasta ese momento a la portería de Oblak . Porque Álvaro García había adelantado a los vallecanos… Argumentos de sobra para derribar a un Atlético cuya estabilidad esta temporada es propia de un flan.

El silencio reinaba en un Metropolitano que preparaba sus pulmones, cargados de razones, para la pitada del final de partido. Su equipo no había dominado ningún área, ergo, ninguna fase del partido. Tenía que subir un Everest infinito para marcar un gol y apenas necesitaba medio bofetón para encajar uno. El día a día de este

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