La eventual caída de una corcholata como lo fue el exgobernador de Tabasco no puede hacer mella en la fábula de la transformación

Un año después del asesinato de Manuel Buendía (ocurrido en mayo de 1984), las investigaciones no avanzaban. Al respecto, la procuradora del entonces Distrito Federal, Victoria Adato, era vista poco menos que como una nulidad. La presión contra el Gobierno crecía, pero eso no fue lo que la hizo caer. Luego del terremoto de 1985, bajo los escombros del edificio de la Procuraduría, se descubrieron cadáveres con huellas de tortura. Escándalo de omisión sobre escándalo de aberración. En diciembre, Adato fue nombrada ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Se cayó para arriba.

Cuatro décadas después, ese caso sirve para ilustrar un par de nostalgia

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