Una noche de rumba junto a dos de sus amigos marcó un antes y un después en la vida de José Audelino Castillo.
A sus 25 años solía bailar en el centro de Bogotá y buscar los precios más económicos en licores, sin saber que podría caer en la trampa de mafias dedicadas a la venta de licor adulterado.
Con tristeza recuerda como en 1980 no solo perdió a un amigo, sino también la vista, junto a otra persona, tras comprar una botella de venta ilegal:
“Al otro día amanecí viendo todo borros y por la tarde ya no veía nada”. Entonces, poco solía hablarse sobre la importancia de comprar licor sellado, en lugares de confianza y de marcas reconocidas.
Y, a pesar, de que José Audelino logró adaptarse a la ceguera, su llamado sigue siendo el mismo con el paso del tiempo: “Que no les pase como a mí,