En un universo donde las dietas rápidas prometen milagros y muchos terminan sintiendo que pasan hambre, Pablo Ojeda propone un enfoque distinto. No se trata de eliminar grupos de alimentos ni de imponer reglas extremas, sino de entender mejor cómo come el cuerpo humano. Según él, ese pequeño cambio en perspectiva puede marcar una gran diferencia.

El nutricionista advierte que cuando se suprime por completo un alimento o se prohíben categorías enteras, como postres o ciertos carbohidratos, el cuerpo entra en un estado de alerta que suele traducirse en antojos intensos, hambre emocional y recaídas. Para él, comer bien no debe ser una penitencia, sino más bien un acto donde la saciedad y el placer vuelvan a ocupar su lugar natural.

Consciente de la presencia social que existe alrededor del

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