Ahí está, a cinco, cuatro, tres, dos, un metro; a cincuenta, cuarenta, treinta, veinte centímetros. Ahí está Luke Skywalker. Bueno, Mark Hamill (en aquel momento de 66 años, desde hoy de 74), ¡qué más da! Nada cambia en esos seis segundos hasta estrecharle la mano y que la nostalgia, como si se tratara de la incontrolable succión de un irremediable túnel del tiempo, traslade al periodista hasta sus soñadores ocho años -de exactas cuatro décadas atrás- , cuando abandonó estremecido el cine Gran Rivadavia, de Liniers, donde acababa de ver La guerra de las galaxias , consciente de que había presenciado el advenimiento de un nuevo ídolo, flacucho y sin capa ni logo en el pecho, que reemplazaba de un plumazo -o mediante una espada láser- a superhéroes de la talla y los músculos de Superma

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