El nuevo milenio puso de moda dos conceptos en España: telerrealidad y experimento sociológico. Ambos tenían el mismo destinatario, Gran Hermano. La primera describía con cierta objetividad el fenómeno de la pequeña pantalla, que conquistó a millones de espectadores y va ya por su vigésima edición. “Experimento sociológico”, en cambio, tenía algo de disculpa. Muchos españoles no sabían cómo justificar que disfrutaban husmeando en los cotilleos (guionizados o no) de quienes hasta entonces eran desconocidos. Luego dejaron de serlo.
Iván Armesto era uno de los anónimos que habitaron la casa primigenia. Quedó tercero en una edición en la que ganó Ismael Beiro, que ha conseguido mantenerse a la vista gracias a su carrera como cómico. Iván Armesto tardó en encontrar su vocación: montó una empre