David Ed Castellanos Terán
@dect1608
Cuando el infierno tocó la puerta de las huastecasÉrase una vez un vasto y fértil bosque llamado La Huasteca, habitado por aves de canto dulce, árboles que murmuraban historias al viento y criaturas que danzaban al compás del río. En el corazón de ese bosque, se alzaban tres aldeas: Tampico, Madero y Altamira, cuyos guardianes —los alcaldes— habían olvidado hace tiempo la obligación de velar por su tierra. Preferían enviar a sus sombras a las reuniones del consejo de vigilancia, mientras ellos se entretenían con discursos vacíos y promesas sin raíz.
Muy lejos al norte del bosque, se divisaba una llamarada gigantesca. Era un incendio colosal, pero no de esos que consumen ramas y nidos, sino uno de sangre y plomo, de silencios cómplices y pactos oculto