S iempre que una Ryder Cup asoma, la memoria rescata a George Orwell, escritor que era bastante crítico con el deporte porque creía que fomentaba el nacionalismo, la hostilidad y el odio. “El deporte serio —se podría entender por profesional— es la guerra sin disparos”, escribió.

La contienda que cada dos años celebran Estados Unidos y Europa tiene un cierto aroma en cada edición partiendo del propio concepto. Doce hombres dirigidos por un capitán. No se emplea el término seleccionador o entrenador como en otros deportes. Es el capitán.

Además, el discurrir de esta competición que comenzó en 1927 enfrentando a los americanos y británicos —hasta que, aburridos de ganar 20 años seguidos, los estadounidenses admitieron ampliar al continente sobre todo para que jugase Seve Ballesteros—,

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