Cuando el Gran Teatre del Liceu comunicó que iniciaría la temporada con La guineueta astuta ( Príhody lisky Bystrousky ) del compositor checo Leoš Janáček muchos melómanos y otros animales de la música se alarmaron por el hecho de regalar este pistoletazo de salida a una ópera alejada de los greatest hits canónicos de la mayoría de teatros occidentales. La cosa tiene cierta gracia, no solo por la genialidad de su autor y la originalidad indiscutible de la obra misma, sino también porque estamos hablando de una pieza estrenada... ¡en 1924! Para poner las cosas en contexto amplio, en ese mismo año se publicó el Manifeste du surréalisme urdido por Breton y Goll, se creó el Wiener Kreis liderado por el filósofo Moritz Schlick, Joan Miró pintaba su Terra Llaurada y —en el terr

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