El 8 de septiembre la vida cambió para siempre en San Felipe del Progreso. Aquel día, un tren de la empresa Canadian Pacific Kansas City Southern de México embistió un autobús de la línea Herradura de Plata en Atlacomulco. El choque dejó diez personas muertas y 62 heridas. Entre las víctimas estaba Liliana García Cristóbal, una joven de 26 años que cada fin de semana regresaba a casa después de trabajar como empleada doméstica en la Ciudad de México.

Hoy, su ausencia pesa doble: en lo emocional y en lo económico. “Mi esposo tuvo un accidente y ya no puede trabajar, él era albañil. Mi hija era la que nos ayudaba con los estudios de mi niña”, cuenta su madre, María del Carmen, mientras intenta ordenar el duelo que llegó sin aviso.

La espera sin respuestas

Han pasado días y las preguntas s

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