Considerado por la crítica como uno de los directores estadounidenses más importantes de la generación que empezó a hacer cine en la década de 1990, Paul Thomas Anderson casi nunca deja indiferente con sus películas, gracias a su apuesta formal ambiciosa y a los riesgos que toma, como si cada una estuviera pensada para ser una obra maestra.

Sin embargo, en su décima película, Una batalla tras otra, protagonizada por Leonardo DiCaprio, hay algo en lo que plantea a nivel político que deja una sensación contradictoria, de sentimientos encontrados: a su aparato narrativo sólido, que marcha a un ritmo imparable, le falta esa consistencia discursiva que distingue a los grandes maestros del cine.

Anderson se inspira en la novela Vineland, de Thomas Pynchon, para contar la historia de un grupo r

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