Unos, los socialistas , buscaban imprimirle a la dirección de la nueva organización un contenido político, la lucha de la clase trabajadora; los otros, sindicalistas revolucionarios , que abjuraban de los partidos, sostenían que solo provocaban la división del movimiento obrero en busca de sus propios beneficios y que el sindicato, en definitiva, debía ser revolucionario, creando comités de “fábrica y lucha”.

Este era el hervidero interno que se vivía en la naciente Confederación General del Trabajo, un panorama que, visto con los ojos de hoy, quedó lejísimo en el tiempo.

Cuando fue el golpe del 6 de septiembre de 1930, y se vio su carácter reaccionario, los dirigentes gremiales recomendaron ir con prudencia , no hacer ninguna locura pero sí denunciar los atropellos patronales qu

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