Alberto Arvelo Torrealba (Barinas, 3 de septiembre de 1905 – Caracas, 28 de marzo de 1971), quizás sin proponérselo, definió una forma de mirar la venezolanidad cuando en su largo poema «Florentino y el diablo», escrito en 1940, elevó al llanero como símbolo de la nación.

Si bien Gallegos ya había iniciado ese camino alcanzando la cima con «Doña Bárbara», Torrealba logra una alegoría del alma criolla, donde el llanero se erige como sabio, valiente y dueño de una espiritualidad telúrica.

En Florentino resuenan ecos del centauro José Antonio Páez, jinete de la independencia, y de los personajes del mismo Gallegos, como Santos Luzardo, que encarnan la lucha entre civilización y barbarie. Arvelo Torrealba supo fundir esas influencias en una poética que canta al coraje, la astucia y la dignid

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