Nihil novum sub sole. Maduro es un dictador bananero como los de Roa Bastos, Miguel Ángel Asturias o García Márquez. Putin es un minúsculo zar amante del lujo bárbaro y la Gran Rusia. A Sánchez –el único presidente que se encerró cinco días por mal de amor herido dando la vuelta a la Oda al Dos de Mayo: “Oye, patria, mi aflicción”– cada vez se le pone más cara apretada de Calígula y Trump gobierna como si lo fuera, nombrando asesores que, seguro, son menos inteligentes que Incitatus, el caballo que el romano quiso nombrar senador. Netanyahu se cree (más bien lo finge para huir de las corruptelas que le persiguen) Josué conquistando Canaán. Xi Jinping, hablando con Putin de vivir hasta los 150 años, es la reencarnación de su antecesor Qin Shi Huang, el emperador obsesionado por la inmortali

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