Mi exesposa llevaba muchos años divorciada de mí cuando le pidió a mi madre que le regalase una casa:
-Su hijo me ha hecho sufrir mucho, señora -le dijo, visitando a mi madre en su casa.
La casona señorial de mi madre era la más extensa del barrio, pues había comprado las propiedades vecinas y las había convertido en jardines.
-Necesito una casa bonita, por aquí cerca, para recuperarme de todo lo que he sufrido con su hijo -argumentó mi exesposa.
No mentía cuando afirmaba que sufrió conmigo, o por mi culpa, los años que estuvimos casados. Probablemente sufrió porque yo era un marido díscolo, renuente a la obediencia, listo para hacer travesuras. También sufrió porque ella quería que yo fuese un hombre virtuoso, un hombre que yo no podía ser. Yo la amaba, pero no del modo que ella querí