Traductor del sentimiento mexicano, vehículo del desamparo, José Alfredo Jiménez hace de la desdicha una de las más sólidas instituciones nacionales, y también una de las bellas artes. Si lográramos realizar una encuesta acerca de las canciones que más cantan y sienten los mexicanos, encontraríamos con toda seguridad que en el hit parade del alma nacional estarían dos o tres de José Alfredo entre las diez de mayor popularidad. El pueblo las canta porque encuentra en ellas sus propias historias.
El desengaño amoroso le llegó muy pronto. Cristina, una joven maestra, deshizo una cita con él porque —dijo— iba a celebrar el aniversario de graduación con sus compañeras. Al día siguiente, José Alfredo se enteraría de que Cristina, efectivamente, había celebrado con fiesta y pastel el primer aniv