La bendita imagen de la Virgen de Zapopan, hecha por manos indígenas en Pátzcuaro, no solo fue un regalo espiritual, sino también un puente en el proceso de inculturación de la fe cristiana en nuestra tierra.

Sus rasgos mestizos y su hechura con materiales autóctonos (pasta de caña de maíz) hicieron que los pueblos originarios se sintieran cercanos a ella, reconociendo en María una Madre que entendía sus lenguas, sus símbolos y su cultura.

Así, la Virgen de Zapopan se convirtió en ícono de encuentro entre el Evangelio y las raíces de nuestro pueblo, permitiendo que la Buena Nueva de Cristo se sembrara en un terreno fecundo y abierto a la esperanza.

Hoy, su imagen nos recuerda que la fe cristiana florece cuando se encarna en la vida concreta de cada pueblo.

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