Decir hola a Joaquín Sabina, en Granada, su ciudad junto a Madrid, es siempre un momento emocionante e inolvidable. Decirle adiós, sin embargo, es despedirnos de nosotros mismos o, al menos, de una parte imborrable de nuestras vidas. Y esa parte es eterna, porque sus canciones nos han ayudado a hacer frente a demasiadas cosas, a los mejores y los peores momentos, al amor y al desamor, al día a día. Sus propuestas dibujaban una forma de estar en el mundo, y venían de un tipo que, de algún modo, podría ser cualquiera de nosotros, desprovisto de marketing y de la forzada perfección con la que llegan tantos artistas actuales. Consiguió que viviéramos, sufriéramos y disfrutáramos juntos. Enamoró a miles de mujeres desde su mente, su corazón y su fragilidad.
Siempre nos dio más de cien motivo