Entró al campo andando, para qué fingir prisa cuando el tiempo lo domina él. Dos balones le bastaron para desempatar el partido, como si lo hasta entonces difícil fuera en realidad pan comido. Pero no lo es, de ahí los murmullos de admiración ante cada regate, amago y pase. De ahí el alboroto que se formó en el estadio cuando se anunció que regresaba. El jugador sustituido fue Roony Bardghji y el intercambio de nombres evidenció el contraste entre lo prosaico y lo elevado. Lamine Yamal habita en otro nivel y los esfuerzos del extremo sueco por superar a su marcador, todos honrados y elogiables, fueron poca cosa ante el caudal que plasmó y se le adivina al fenómeno de Rocafonda. La culpa no es de Bardghji, que está superando el casting, la fase más espinosa y delicada que implica llevar la
El motín es Lamine, por Joan Josep Pallàs

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