En apenas ocho meses de su segundo mandato, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ya ha puesto a hablar a mucha gente sobre la tendencia hacia una dictadura en su propio país, fundamentados, entre muchas otras cosas, en sus continuos y usualmente destemplados ataques a la libertad de expresión.

Hemos podido leer numerosos reportajes y análisis en los propios medios estadounidenses, referidos a la forma en la cual el casi octogenario mandatario está utilizando el poder que detenta para vengarse de sus adversarios, de aquellos a los que considera que lo perjudicaron en otros tiempos, por supuesto a los del Partido Demócrata o a quienes de una u otra forma contradicen su pensamiento o sus caprichos.

Esos mismos medios, sus periodistas, son persistentemente agredidos por un colérico

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