D e una manera agónica y con los lugartenientes sacando las castañas del fuego, Europa retuvo el título de la Ryder Cup. Es la quinta conquista en suelo americano y en el peor de los ambientes, la bulliciosa Nueva York. Una victoria estrecha, pero que confirma una tendencia. Estados Unidos ha pasado del aburrimiento histórico —cuando aplastaba hasta 1979 a Gran Bretaña e Irlanda— al dramatismo bienal. En el siglo XXI, el resultado es significativo: 9-3 gana el Viejo Continente. Europa venció por 15-13.

Tuvo que ser Shane Lowry. Un antihéroe, un tipo de más de 100 kilos que cuando embocó el putt que empataba el partido con Henley y le daba el punto 14 a Europa movió todo su cuerpo dando vueltas en el green con la gracia de un bailarín como si estuviese sonando por la megafonía El lago d

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