Mercedes Sánchez Ortega e Isabel Sánchez permanecen sentadas en un banquito de la iglesia de La Calahorra tras la misa. En el templo, el silencio solo se rompe con la charla de las dos mujeres a la que unos minutos después de suma otra vecina del pueblo, Victoria Morales.

Un rumor similar al que habita en las calles del pueblo , que permanecen desiertas a la hora del almuerzo, momento en el que la vida bulle en las terrazas de los bares y restaurantes donde los primeros visitantes del castillo de La Calahorra se han quedado a comer tras conocer un monumento que este fin de semana ha abierto al público general por primera vez en sus 500 años de historia.

"Están comprando todo: lo viejo y lo nuevo"

Si bien es cierto que el pueblo aún no respira en clave de turismo de mas

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