En muchas familias, ser la hermana mayor no solo significa llegar primero al hogar. Desde la infancia, este rol suele implicar responsabilidades que van mucho más allá de las propias necesidades de crecimiento y juego. Cuidar de los hermanos menores, apoyar en las tareas domésticas y servir como ejemplo se convierten en tareas que moldean la personalidad y la manera en que estas niñas aprenden a relacionarse con el mundo.

Este “trabajo invisible” se da de forma naturalizada: mientras los adultos confían en la hermana mayor para acompañar y proteger a los más pequeños, ella va asumiendo funciones de cuidado sin cuestionar si le corresponden o no. Con el tiempo, estas experiencias marcan su identidad. Muchas desarrollan un fuerte sentido de responsabilidad, capacidad de organización y empat

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