En el otoño de 1982, Chicago vivía un clima de recesión económica, desigualdad social y confianza generalizada en los productos de consumo cotidiano en Estados Unidos, pero nada hacía pensar que los últimos días de septiembre una serie de muertes súbitas encendería las alarmas de todo el país. En pocas horas, siete personas murieron luego de tomar cápsulas de Tylenol Extra Fuerte contaminadas con cianuro de potasio. La primera víctima fue Mary Kellerman, una niña de 12 años. A ella, siguieron otras personas que murieron en circunstancias similares.

Lo que se inició fue una investigación entre nieblas: no sabían qué estaba pasando ni por qué hasta que saltó el nexo que unía esas muertes. La policía descubrió más tarde que alguien había manipulado los frascos del medicamento de venta

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