Isaac del Toro fue humano, demasiado humano. Acompañar a Tadej Pogacar, un hombre de otra galaxia, en un ataque a 100 kilómetros de la meta y con un ritmo delirante, fue un acto kamikaze en el Mundial de ciclismo de ruta en Ruanda. El pedalista de Ensenada lo intentó durante más de 30 kilómetros, en los que alternó con ese monstruo de Eslovenia en una fuga que erizaba el espinazo sólo de presenciarla. Una aventura temeraria que quedó claro no es apta para los mortales.
Como un Ícaro sobre ruedas, Del Toro acarició la gloria durante ese tramo, pero fue evidente que nadie está a la altura de Pogacar. El esloveno se benefició de la osadía del mexicano, que terminó completamente exprimido y pese a todo logró cruzar la meta en el séptimo lugar, por delante del español Juan Ayuso.
Pogacar, en