Ante un público homogéneamente ajeno al hip-hop y con temas de sus distintas etapas, Mateo Palacios marcó otro hito en su carrera, con el riesgo de haber domesticado de más su propuesta.

Se dice, se repite. Que Trueno es un artista que supo romper moldes. Que pudo llevar su propuesta a otro nivel. Que no hace falta llevar traje y zapatos bien lustrados para formar parte de una orquesta sinfónica. Y si bien todas las afirmaciones son ciertas, lo que se vio en el Teatro Coliseo la noche del viernes pasado dejó una impresión diferente. La única que pudo dejar Trueno, con un traje holgado y sus Air Force One blancas, haciendo lo que mejor sabe –rapear con una velocidad que le hace justicia a su nombre artístico– delante de una orquesta sinfónica y un cartel enorme con el logo de Red Bull

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