No imagino lo triste o decepcionante que debe ser para un jugador cuando, de ser una estrella, pasa a ser un recuerdo o en el peor de los casos una simple moneda de cambio, un producto de intercambio o, dicho de otra manera, un desecho deportivo; y no es decirlo de una manera despectiva, digamos que es un activo que ya no produce y debe cambiarse o desecharse.

Lo anterior viene a colación de lo que hemos sido testigos con Russell Wilson, aquel otrora dinámico quarterback que llevara a Seattle a un triunfo en dos apariciones de Super Bowl, por cierto de manera consecutiva, y que el segundo lo perdiera de forma muy polémica ante Nueva Inglaterra tras una ilógica jugada llamada por el staff de coacheo liderado por Pete Carroll, pero esa es otra historia que en su momento abordaremos.

Lo de

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