Ver a Petro olvidar por completo su propósito, ser permisivo y resignificar en sus discursos la polarización de un país que volvió a la guerra duele. No entendió que el mejor camino para la paz era ejercer autoridad y no convertirse en cómplice de bandidos. Hoy nos tiene sumidos en el olvido de lo que él mismo llamó la Colombia profunda.
No se trata solo de la narrativa. Petro ha sido el presidente con el presupuesto más inflado de la historia de Colombia y, paradójicamente, el que menos inversión pública ha ejecutado en los últimos cuatro gobiernos. Para completar, desfinanció la operación del Estado, como si quisiera demostrar que el poder no era para gobernar, sino para acabar con todo. Cómo el Shu shu de la salud, que hoy marca vicitimas todos los días. Una decisión que todos los días