Los visitantes que recorren estos días las calles principales de la ciudad de Washington van a sorprenderse con un espectáculo relativamente inédito: centenares de personas, que digo, millares de personas con cara de mal humor, van abandonando las dependencias de los organismos públicos donde trabajan camino de sus domicilios con bolsas y cajas con los enseres que venían guardado en sus despachos desde hacía meses.
A buen seguro que serán muchas cámaras de las televisiones que estarán filmando el espectáculo deprimente de esa especie de huida del trabajo, bien es verdad que contra de su voluntad. Ser despedido del puesto de trabajo siempre es duro y en los Estados Unidos, donde el despido es libre, tampoco resulta agradable. No es la primera vez que ocurre una desbandada laboral así, la a