La reciente detención en Vista Hermosa, Michoacán, de 38 integrantes de La Luz del Mundo que se autodenominan parte de una guardia secreta llamada “Jahzer” ha abierto un debate ineludible: ¿qué tan lejos puede llegar una organización religiosa en nombre de la fe sin transgredir los derechos humanos, la legalidad y la convivencia democrática? Este grupo, entrenado y disciplinado, declaró a las autoridades que su misión es proteger a los líderes de la congregación, así como templos y residencias. Lo ocurrido no debe interpretarse como un hecho aislado, sino como una advertencia de lo que sucede cuando se cruzan las fronteras entre religión, poder y control social.
La Luz del Mundo no es una agrupación marginal. Con epicentro en Guadalajara y presencia en más de cincuenta países, ha consoli