La incorporación del chocolate al tradicional pan de muerto ha transformado esta emblemática pieza de la repostería mexicana, ofreciendo una variante que mantiene el simbolismo ancestral y, al mismo tiempo, introduce un matiz contemporáneo y más indulgente.
Esta adaptación, que respeta la esencia del pan original, responde al deseo de innovar sin perder la conexión con las raíces culturales, lo que permite que nuevas generaciones se apropien de la tradición y la mantengan vigente.
El pan de muerto ocupa un lugar central en las celebraciones del Día de Muertos en México, que se llevan a cabo los días 1 y 2 de noviembre. Durante estas fechas, las familias mexicanas preparan altares en honor a sus seres queridos fallecidos, y el pan se convierte en una ofrenda fundamental.
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