La ciudad de Pisco guarda en sus calles y templos una historia marcada por la fe y la resiliencia. Tras el devastador terremoto y maremoto de 1687, que destruyó la antigua Villa de San Clemente, el virrey Conde de la Monclova fundó en 1689 la Villa de Nuestra Señora de la Concordia de Pisco, estableciendo así los cimientos de la urbe actual. Entre sus templos, el de Belén, destinado a indígenas y esclavos, se convirtió con el tiempo en un espacio de profunda religiosidad popular , donde la fe se fue arraigando como parte de la identidad local.
Fue en 1835 cuando la devoción pisqueña encontró en la imagen del Señor de la Agonía un símbolo de unión y esperanza. La talla, de origen humilde, pero de gran fuerza espiritual, fue venerada primero por familias devotas y, poco a poco,