Pocas cosas resultan tan agradables como salir de la regadera y envolverse en una toalla que huele a limpio , fresco y recién lavada. Esa sensación, que parece exclusiva de los hoteles de lujo , en realidad no es casualidad.

Los grandes complejos de hospitalidad saben que la experiencia del huésped no solo se mide en la calidad del servicio o la comodidad de la cama, sino en los pequeños detalles, la suavidad de las sábanas , la temperatura de la habitación y, claro, el aroma impecable de sus textiles.

Lo interesante es que no se trata de un secreto inalcanzable ni de productos imposibles de conseguir. Los hoteles han perfeccionado técnicas simples que permiten mantener sus toallas siempre frescas, evitando ese olor a humedad que a veces se impregna en casa. Con unos cuantos ajus

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