La vida nos coloca constantemente frente a situaciones que no controlamos. Sin embargo, lo que sí está en nuestras manos es la manera en que decidimos enfrentarlas. La diferencia entre hundirse en la desesperanza o salir fortalecido no radica en las circunstancias, sino en la actitud que asumimos. La actitud es el filtro que da sentido a lo que vivimos y el motor que define lo que construimos.

Hay quienes creen que el destino marca su camino y que las cartas ya están echadas. Pero la verdad es que, más allá de lo que ocurra afuera, la forma en que reaccionamos tiene un poder transformador. Nuestra actitud puede ser puente hacia nuevas oportunidades o muro que nos encierra en la resignación. Podemos elegir ser víctimas pasivas de los problemas o protagonistas activos de las soluciones.

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